Las calles comienzan a reflejar el espíritu de la navidad: cálidos colores, innumerables luces, tiendas a rebosar,… La realidad oculta de todo este afán por ser mejor persona no es más que una máscara tras la cual se oculta el maquiavélico capitalismo, que abraza con fuerza al exacerbado consumismo ¿Por qué? Sencillamente porque se ha cultivado, gracias a una explotación que poco a poco no tendrá precedentes, una tras otra sobreproducción en mil y un artículos de regalo.El problema parece serio aunque la mayoría se contenta con ver un lacito rojo sobre el mismo; sin embargo, todo esto va más allá. En un afán experimental padres poco adultos consideran oportuno regalar a sus hijos una mascota. Así estimaran como avanza la evolución de responsabilidad del joven, todo ello acusado en los sentimientos de otro ser vivo, que no tiene más caché que el de tener dueño.Todos sabemos que los niños tienen una ilusión momentánea, atrapan con fuerza un juguete, lo zarandean, aprietan, revolean, retoman, le dan una patada y adiós, a otra cosa. Despertad, un animal no es un juguete, no vale con ponerle pilas nuevas para que funcione. Estáis educando en la más absoluta y sádica inocencia. Consentís que vuestro hijo no se contente con nada, y no solo eso, sino que estime oportuno, siempre que pueda, autosatisfacerse a pesar que otros sufran por ello, y ese no es el camino.Por ello, os animamos ha ser dignos tutores, a adoptar un animal que verdaderamente lo necesita, pues su vida depende de ello. A educar a los pequeños en el amor sincero, en la compasión, en el sacrificio y la adecuada responsabilidad. Así ellos sabrán que un perrito puede convertirse en su mejor amigo, y corresponderle como tal.
viernes, 11 de diciembre de 2009
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